miércoles, 20 de marzo de 2013

Cronicas del CEFPIFST. Misión 1: contra el Dr. Nie; Acto 15

Lamu fue la primera en recuperar el conocimiento. La habían dejado tirada de lado, y a cada bache se daba un golpe en la cabeza. Era muy molesto. Intentó lanzar un impactrueno, convencida de que al ser el tanque de metal, la electricidad podría correr y herir a los dos ocupantes. Pero no pudo. Entonces se acordó de que no tan solo le habían roto los cuernos, sino que encima los monos que llevaban los esbirros eran totalmente aislantes.
Miró a su lado. La luz de la luna era potente aquella noche. Allí yacía su cariñín, su cabeza sucia y amarada en un charquito de sangre. Lamu se temió lo peor, pero enseguida se calmó, ya que respiraba con visible facilidad y ritmo regular. Ataru estaba inconsciente, pero su herida en la cabeza ya práictamente no sangraba, y todo que veía era sangre ya seca. Al menos habían tenido la consideración de tenderlo, no se le fuera a abrir la herida.
El tanque siguió su avance durante una hora larga. En un momento dado, Lamu oyó lo que parecían unas compuertas abriéndose y la oscuridad más absoluta rodeó el ambiente. Lamu sintió de golpe un frío tremendo, vió unas luces parpadeantes y el motor sonaba con reverberación. Sin duda, estaban en un túnel, bastante húmedo y seguramente excavado directamente al pie de las Pokins. Al cabo de un insante, Lamu vio una luz blanca, como cuando estuvo de turismo con su nave por la Puerta de Tanhauser. Habían llegado a su fatal destino: el interior de la base de Nie. Definitivamente, eran prisioneros del científico.

Lamu intentó morder a Ataru para que se despertara, pero uno de los los hombres del tanque ya se encargó de  darle un buen pisotón en las partes nobles. Ataru despertó y la cara se le desencajó mientras soltaba un dolorido "Iu..." en el mejor de los falsetes. Los jóvenes agentes fueron sacados a empujones del carro de combate.
Se encontraban en una sala de novísima construcción, reforzada por paneles de hormigón y un par de pilares. Parecía un párking con el techo alto. Sin duda era una especie de hangar: por todos lados habían vehículos: coches, motos, barcas puestas en sus reoplques, camionetas, bulldozers... No les dio mucho tiempo a mirar: sin mediar palabra, los mercenarios de rojo se los llevaron a punta de fusil a la siguiente sala.

Un cartel ponía claramente "Cámara de descontaminación" en varios idiomas. La sala estaba pintada de un blanco que dolía en los ojos con la iluminación de los fluorescentes. Aún estaba más iluminada que el hangar. y tenía todo de maquinaria moderna. Apestaba a higiene, y la sensación estaba multiplicada por el personal vestido en monos verdes con sus máscaras aislantes. Un tipo de facciones germánicas se acercó con un contador Geiger y hablándoles en tono imperativo y en un inglés bastante roto:

"Die Röpa... Fuerrä... Fuerrä. Ja wöhl"

Ataru, ya recuperado, le respondió:

"Tú eres gilipollas, ¿no?"

El hombre se quedó pasmado y miró a los hombres de rojo. Uno de ellos no podía disimular la risa floja. Una mujer con un distintivo que denotaba que era una superior se acercó y le habló en alemán al hombre, que entendió su error y se apartó:

"Les ruego que disculpen a Helmut. Es nuevo aquí. Es imperativo que se desnuden Vds. esneguida. Wilson, quítales las esposas"

"Sí, señora", respondió uno de los hombres de rojo. Al acercarse a Ataru, pudo ver rasgos latinoamericanos en su rostro. Conque por eso les hablaba en castellano, eh...

"Bueno, antes de eso, veo que se ha herido la cabeza. Hm..." La señora alemana le examinó la herida. Lamu se puso en tensión por si pretendía abrírsela y empezar a torturar a Ataru. No tendría poderes, pero aún tenía las técnicas de MMA que le enseñó Hino-sama. "Es fea, pero ha cicatrizado. Cuando salga se la vendamos"

"¿Salga de qué?", preguntó Ataru, aún desafiante.

"De nuestro sistema de descontaminación. Si les hemos tomado prisioneros, es porque merodeaban por los alrededores de la base, Sr. Moroboshi. Pueden dar gracias a que estén vivos". A Ataru se le fue la chulería al recordar que tenían varios datos personales suyos y lo que habían hecho con Pernell. Aunque la ira latía dentro de si decidió cambiar de tono.

"Muy bien, señora, haremos lo que nos indique, pero supongo que nos dará un poco de privacidad para desnudarnos"

"Faltaría más, Sr. Moroboshi. Diríganse a esas camarillas, al lado de esa cinta. Avísennos cuando estén listos. Y, por favor, dejen un espacio entre Vds. para mejorar los efectos"

Se dirigieron hacia el lugar indicado, donde había varias cabinas. Lamu decidió romper el silencio entre los dos:

"Cariñín-tchá, ¿entiendes este cambio de trato?"

"Mejor esperemos a ver este supuesto sistema de contaminación. Por si no salimos vivos de esta, yo quiero decirte que te amo..."

"¡Cariñín!", a Lamu se le encendió el rostro.

"... nestarían gravemente si te pusieras tan gallita como yo ahora. Recuérdalo, mi joven padawan"

"¡Mierdtchá!"

Ataru se giró para que Lamu no viera el suspiro de alivio que lanzó. Casi se lo confesó. No. No podía ser negativo ahora, aunque hubiera roto el corazón de Lamu por un momento. Si se lo decía, estaría dando por buena la promesa que le soltó hacía cosa de un año: "Te lo diré en mi lecho de muerte". Sus vidas estaban en juego, era más que una simple secuencia de culebrón. Ya se le pasaría. Por cierto, ¿qué sería un padawan?

Ambos se metieron en sendas cabinas y se quitaron la ropa, la cual dejaron en una caja dispuesta a efectos de depositar la ropa contaminada. Éstas se abrieron por debajo y la ropa desapareció, evidentemente, yendo a encontrar su fatal destino a un crematorio. El suelo era de goma antideslizante, los que era de agradecer y las paredes tenían unos pequeños raíles en forma de cruz.

"¿Se han quitado la ropa ya?", preguuntó la mujer

"Sí", contestaron los agentes al unísono

"Ahora estense quietos unos segundos en posición de firmes" - Ataru cumplió. Unos sensores aparececieron y se movierion por los railes soltando unos rayos infrarrojos.

"Ya está. Bueno... Cuando quieran; no hay prisa".

Ataru se asomó para mirar las otras cabinas. La cabeza de Lamu ya asomaba por la suya y le lanzó una señal de aprovación.

"Estamos listos", dijo Ataru.

De pronto, el suelo empezó a deslizarse bajo sus pies. Ataru se imaginó lo que podría venir y cerró los ojos. Por respeto, no quería ver a Lamu desnuda, aunque en el fondo lo deseara. Ella pensó lo mismo.

"Ahora, simplemente pásense las manos por el cuerpo cuando el líquido caiga: es como una ducha normal", dijo la señora de verde desde un altavoz. Ataru abrió por un momento los ojos, mirando hacia su izquierda, para no ver a su compañera. Tal y como imaginaba, era una cinta transportadora que los haría pasar por varios aspersores que soltaban sustancias descontaminantes. Simple, pero de última tecnología.

Tras unos dos minutos, la mujer se acercó con unos albornoces y Helmut venía con ella, acompañado de su contador Geiger.

Tras ponerse los albornoces, Helmut comprobó sus niveles de radiactividad:

"Ja... Das Fräulein ist gutt, pero die mann ist kontamminaten doch. Comprobar der Nägel"

"¿Qué dice?", pidió Ataru, un tanto asustado por lo que le había parecido entender de esta línea de diálogo en alemán macarrónico.

"Que Vd. tiene un nivel aún un tanto alto de radiactividad y le vamos a limpiar las uñas. La Sta. Inbeda ya está a niveles normales".

Trajerón una máquina que parecía un reproductor de vídeo de esos de dos cintas.

"Ponga las manos en las ranuras"

Ataru obedeció, y tuvo que agunatarse la risa cuando unos suaves cepillos húmedos le cosquillearon las puntas de los dedos de las manos. Al cabo de 30 segundos se paró la máquina y Ataru casi lo lamentó.

Helmut le pasó el contador y le mostró a su supervisora un pulgar hacia arriba.

"Bien, señores, aquí acaba el proceso de descontaminación". Dijo la mujer mientras los dos tipos de rojo abrían una pesada puerta blindada parecida a la de la caja fuerte de un banco de los de antes. "Pasen por esa puerta y esperen"

Ataru y Lamu se miraron con mala cara. Se temían lo peor, pero mostrar miedo ahora era inútil. Entraron sin pensárselo y se encontraron en un zulo sin luz con una puerta idéntica a la que ahora estaban cerrando. Se cerró y la sellaron. No les dio tiempo a decirse nada cuando sonó la otra puerta y dos fornidos indivíduos la abrieron. Al contrario que sus colegas, no iban con monos, sino con unos fracs elegantísimos. Del fondo del pasillo vino una joven hermosa con un típico kiomono japonés, decoradísimo, de colores pastel. Lamu pensó que debía costar carísimo. La chica les dirigió una radiante sonrisa, se inclinó y les habló en un perfecto japonés (de Hokkaido, detectó Ataru): "Señorito Moroboshi; señorita Inbeda; me llamo Hiromu, y les quiero dar la bienvenida a la central de Nie Mining & Energy Corporation". Ataru y Lamu ya no se sorprendían de nada y se inclinaron a su vez.

"Perdone que no tenga targeta de visita que darle, Hiromu-san", dijo Lamu a la recpcionista con una mirada socarrona, adelantándose a Ataru. ¿Así en la base Selene también les enseñaban a ser chistosos?

Hiromu ignoró el comentario y les hizo una señal para que pasaran. Los tipos en frac se habían ido. La mujer del kimono pulsó un botón que abrió una trampilla de madera que había en la pared. De ella salió un completísimo bar. Ataru penso que esas colinas debían tener más agujeros que el guion de esta historia.

"Bueno, Sr. Moroboshi, Vd. dirá ¿Desea un ron con ginger ale? Nos ha llegado que es su bebida favorita".

"Akemi Rippongi. Maldita zorra...", pensó Ataru. A pesar de todo, su bebida favorita era el tequila con zumo de naranja, toma ya, eso no lo habían descubierto. "No, Hiromu-san, póngame una copa de Cointreau sin hielo"

"A mi un vaso de horchata", dijo Lamu, convenciada de que iba a sorprender a Hitomi. Se había prendado de la horchata cuando estuvo viviendo en Barcelona, vigilando a Ataru. La  horchata le provocaba unas cogorzas tremendas - y es que los onis procesan el alcohol como cualquier cosa, pero lo que es la fructosa, sobretodo las ciruelas en vinagre... - Estaba segura de que de eso no tenían. Hasta que ésta abrió una cámara frigorífica, sacó un bidón y le sirvió horchata fresca.

"No es fácil conseguirla. Nos la hacemos mandar congelada. Hay un par o tres de españoles en nuestras filas, y a uno le encanta el potingue este. ¿Desea fartons?"

"No, déjelo, que esto no es el Tío Ché", contestó una Lamu descompuesta.

Ataru y Lamu bebieron sus copas en silencio durante un rato hasta que Ataru lo rompió "Caramba con el comité de recepción. Exprésele a Nie mis felicitaciones como huésped."

"Podrá hacerlo Vd. mismo. Mañana comerán Vds. con él y espera que no declinen la invitación"

Ataru y Lamu se miraron, pues él había dicho eso irónicamente, y Hitomi les había constestado con un tono formal y serio.

En ese momento se abrió otra puerta, salió otra mujer oriental y le susurró algo al oído a Hitomi.

"Me comunican que sus habitaciones están listas. Perdonen el retraso, pero hemos tardado un poco en obtener sus medidas para los trajes"

Mientras Ataru avanzaba hacia la habitación se paró a pensar en lo dicho por Hitomi ¿Medidas? Entonces Ataru recordó la cámara de descontaminación. Para eso eran los infrarrojos.

Hitomi hizo pasar a la pareja por una puerta deslizante que se abría mediante un botón. Lo que había detrás era alucinante: Dos habitaciones contiguas decoradas al estilo japonés tradicional incluído el tatami, las vigas de madera, las estancias separadas por un panel shoji y con los armarios decorados al estilo tradicional. "

"Vd, Sta. Inbeda va aquí a la izquierda. Vd., sr. Moroboshi, dormirá en la habitación de la derecha."

Lamu lanzó un "tchá" de desaprobación, muy bajito. Ataru también se cagaba en todo en el fondo. Con Lamu sin poderes, podía acostarse con ella sin peligro (ambos ignoraban entonces que los impactruenos recibidos por él durante esos años lo habían hecho inmune a los pequeños chispazos que Lamu lanzaba mientras dormía. Pero de eso se hablará en otra historia), quién sabe lo que saldría. Morir por morir, preferían yéndose de este mundo echando un polvo. Pero era seguro que la habitación estaba llena de micros y cámaras...

"En los armarios encontrarán ropa más adecuada que estos albornoces. Cambiénse mientras les preparamos la cena".

Y cerró la puerta. Lamu comprobó que no había por donde abrirla. Ataru seguía mirando la habitación. "Qué lujazo. Este Nie debe estar forrado"

"Tchá, y a nosotros nos han forrado también. En una jaula de platino. Mejor que nos cambiemos, cariñín"

Ataru cerró el shoji y abrió su armario. Había un magnífico kimono masculino. Se lo puso no sin dificultades. No estaba acostumbrado a la ropa tradicional. Miró la esbelta sombra de Lamu mientras se cambiaba. En un momento dado, dejó de moverse y dijo. "Pasa, cariñín"

Ataru abrió el shoji. Lamu estaba esplendorosa: le habían dejado un precioso uchikake de color celeste decorado con pulpos. A Ataru le sonaba de algo. De pronto, la puerta abrió sin aviso: Los tipos del frac les traían la cena: para él, pollo al horno, té frío al melocotón, una tajada de sandía y un termo con leche caliente y un platito con cacao en polvo. Justo lo que le gustaba. Para Lamu, fideos tailandeses ultrapicantes a la salsa de ají, té frío sin nada, no se fuera a emborrachar, palomitas dulces y otro termo con leche y un platito de cacao (ni a él ni a ella les gustaba el café). Igual: lo que le gustaba. Cenaron en silencio. Cuando llegó el momento de beberse el cacao, brindaron.

"Por nuestra salud", dijo Ataru.

Ambos dieron un sorbo a sus cacaos. Lamu dijo: "Es el mejor cacao que he probado en mi vida. Le han puesto algo".

"Pues es extraño, el mío sabe como todos". Lamu intentó abrir el termo, pero justo entonces, sus manos dejaron de obedecer. "Hic... Gué daro. Sssssste cacao me eshta pyionyiendo looooca, looooca, loooooo...." Y se desmayó. Ataru le olió el aliento. ¡Vinagre!, corrió y abrió el termo. Logró hacerlo justo cuento sentía que se le iba nublando la vista. "Eso que flotaaaaaah... Son... Mied'da, siruelas en finajreeeee. Y lo' pulposh. Ayora lontiendo, Dioh santou. Nie es.... Essssss..." Entonces se le nubló también el juicio y olvidó lo que pensaba, pero aún alcanzó a decir "Mesharon droja... En el Colacauuuuu..." antes de desvanecerse.

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Esa noche se abrió la puerta. Un personaje vestido de blanco penetró en la sala. Ataru y Lamu habían sido despojados de su lujoso vestuario y les habían puesto unos pijamas bien normales. El tipo apartó las sábanas miró a Lamu "Sí, es ella." murmuró "Tan hermosa como siempre. Cada vez que la veo lo es más y más." Acto seguido abrió el shoji y de sirigió a la estancia de Ataru. También lo destapó y a su vez dijo "Moroboshi. Siempre en medio. Siempre jodiendo la marrana. ¡Este tío no tiene remedio".

Acto seguido se fue tan sigilosamente como había entrado.

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TRIVIA:

Horchata y fructosa: Las chufas son un tubérculo que no contiene fructosa, ni tampoco glucosa, ya que estamos. La fructosa solo se aplica a este refresco en unos botellines de horchata concentrada extra-dulce para diabéticos golosos que es muy popular en tierras valencianas. La fructosa no perjudica en modo alguno a las personas que sufren de diabetes. Espero que me disculpéis la licencia anti-científica que me he tomado, ya que en manga de Urusei Yatsura, es verdad que Lamu de emborracha con los zumos y sobretodo con las ciruelas en vinagre (ver más adelante).

Fartó: Bizcocho azucarado que se suele mojar en horchata. Recomendados por el autor de este retelling. En el Mercadona tienen unos muy buenos.

El Tío Ché: Popular horchatería sita en el barrio del Poblenou de Barcelona.

Uchikake: Tipo de kimono femenino tradicional, extremadamente ancho y largo y profusamente decorado.

Ciruelas en vinagre: También conocidas como umeboshi, son un aperitivo muy popular en Japón e Indochina, conocidas por facilitar la digestión y emborrachar chicas-diablo muy sexy. En México es típico algo casi idéntico llamado chamoy y en Sudáfrica, emigrantes holandeses lo trajeron de sus tratos con Japón y también tienen su propia variedad.
















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